Unas breves anotaciones críticas para reflexionar sobre la
necesidad de constituirse en un “maestro”.
En cada época los jóvenes crean su propio vocabulario para
significar con mayor fuerza algunas cuestiones. En mi juventud, decir que alguien era una “nota”, significaba que
ese alguien dejaba registro, quedando en la memoria por ser digno de admirar y
recordar.
Así, el profesor destinado a enseñar, es una “nota” cuando
tiene audiencia propia, siembra su semilla
y gobierna espíritus, forma carácteres. Se le reconoce como maestro porque bajo
su influjo abre mentes, y así, quien es capaz de ver, ve; y quien está llamado
a entender, entiende. La realización del profesor está en su “maestría” (no me
refiero al título, eso está bien si
acaso para el escalafón, aunque…) sino considerado el ser maestro como una
elevación de plena humanidad; cuando hace el paso a esa maestría, es porque es líder en cuanto
cree en algo y vive un ideal.
Por otra parte, la Universidad tiene un ser prestado; por eso algunos la denominan en abstracto como un “ente educativo”, que depende, en gran
medida, del espíritu que anime el cuerpo de profesores, quienes como generación
adulta marcan la tónica, la impronta; no
olvidando que al lado de esta generación adulta, aprende la generación joven.
La generación adulta debe aportar experiencia, estilo, ética; la
joven fuerza, disposición, curiosidad,
primordialmente inquietud.
Cuando la Universidad se cierra en sí
misma ( y por ello no se vé el impacto
afuera en el ejercicio profesional , porque se quedan sus producciones en anaqueles ) ,
es porque los profesores están enclaustrados, separados unos
de otros, fugados de su entorno, y así pierden fuerza, y en esa medida no alcanzan a
traspasar los muros universitarios, se quedan ausentes de vida pública (
entendida como el escenario natural del ciudadano), en consecuencia producen
generaciones de egresados más o menos
tecnificados, despegados de la realidad social, cada vez con un nivel cultural
más bajo. Alguna vez señalaba, y no me
duele decirlo, que los egresados pasan de la universidad cerrada a la desocupación
abierta. En ese desierto no saben para qué sirven.
La verdad es que también, el mismo modelo educativo ha hecho
que el ejercicio del profesor se constituya en una carrera azarosa, si la gana
obtiene escalafón, puedes tener un aumento en tu salario- porque reivindicarlo no
es muy bien visto en este campo, si la
pierde- sencillo- no te renuevan el contrato. Igualmente en esa carrera se
tiene que enfrentar a las trampas de la enseñanza que están inscritas en el
mismo sistema. Cumple con tus horas cátedra, presenta tus evaluaciónes a tiempo,
debes no contradecir a las directivas, y
en últimas dedícate a “dictar” –ojo a
esta palabra- tus clases, y ya te certificamos como “docente” para que te
renueven el contrato. Desencadenada esta crisis, el profesor enfrenta dos
opciones: quedarse quieto, pasivo, encerrado, desatendido de la realidad que lo
alude. O insurgir, aliado de la evolución, con papel dinámico, en medio de los
acontecimientos en ebullición. En su calidad de agente de cambio, su vida es
conflicto; en ese desafío se medirá a su estatura espiritual, su calidad
intelectual, su posición histórica.
Es urgente: el ser profesor reclama orientación; la comunidad
universitaria necesita llenar este vacío y no recogerse en la seguridad precaria de
cátedras y laboratorios, la vida pública requiere a los profesores.
Estamos obligados a restituir la universidad de su ausencia del diario discurrir, de re significar su misión y papel con la realidad actual. En el caso de la salud y el cuidado, la sociedad abomina el vacío que dejan sus profesionales, y por eso la tendencia es llenarlo con otros niveles ocupacionales, que ven una oportunidad en este campo.
La fuerza académica cumplirá con la sociedad, el país, las
profesiones y los programas educativos, en la medida que cumpla con sus
funciones que le son propias desde siempre: debate de problemas cotidianos,
investigación científica, construcción de colectivos fuertes, construcción de
conocimientos, extensión universitaria, crítica del bagaje cultural,
proposición de innovaciones, formación ética de personas, de profesionales, de científicos,
de pensadores, para ser forjadores de historia. Situarse en tal alto estrado-como
maestros- exige estudio, conocer el pasado, reflexionar el presente, proyectar
el mañana. Desde la cumbre académica, seremos una “nota” solo si repensamos al ser
humano, a la sociedad, a las profesiones, a la universidad, Y ACTUAREMOS.
Epílogo: ¿Cual es su legado para las generaciones futuras?
Alba , sos una NOTA. Me gozo tu blog, sigue así hablándonos claro aquello que no nos atrevemos a decir, y a todo tenemos excusas. Gracias
ResponderEliminarSonia Arguello Col
Muy oportuno, ahora todos quieren ser profesores, pero no dan la NOTA, gracias por invitarnos a reflexionar.JHONY
ResponderEliminarComo estudiante le digo: Gracias. Esta reflexión refresca el árido mundo que tenemos ahora por Universidad. ¿Cuál es el legado? actuar por convicción real de cuidar personas, no por la convicción de alimentar nuestro ego; las mejores enseñanzas son, sin duda, las acciones francas.
ResponderEliminarCarlos Andrés Sarmiento Hernández.
Todos los comentarios me animan a seguir en este camino de la escritura, muchas gracias, espero más
EliminarGracias por no escribir como lo hacen los docentes, de forma acartonada y seca. Por su generosa escritura que va mas allá de los prejuicios oficiales , no objetivos y con la falsedad de lo que llaman imparcialidad. Propongo, a los estudiantes como yo y los docentes a discutir este tema en su clase, no es posible seguirnos mirando en la universidad con un solo ojo, sino mirar que tan cierto resultan sus palabras y cuales son nuestros errores. Gracias profesora Alba
ResponderEliminarLuis Eduardo Molano . Estudiante
AlbaLucía
ResponderEliminarfelicitaciones por el artículo. Cuando los profesores deseamos que los estudiantes sean el centro de nuestros esfuerzos, buscando que ellos aprendan y no demostrando nuestros conocimientos, lograremos ser una nota.