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Enfemera de la Universidad del Rosario de Bogotá-Colombia-Abogada de la Universidad Nacional de Colombia. Con formación postgradual en Gerencia de la Salud Pública,Instituciones Jurídico Laborales , Políticas Sociales con Enfasis en Salud y Docencia. He sido profesora de Etica y Bioética, FORMACION POLITICA en universidades como: Fundación Universitaria del Area Andina en Bogotá-Colombia; y me desempeñè como Enfermera HUS de Bogotá ; Conferencista en las áreas de Responsabilidad profesional, políticas de Salud y enfermería, Etica y Bioética, Derechos fundamentales, en especial derechos de los niños y niñas. Expresidenta del Consejo Técnico Nacional de Enfermería CTNE -período 2008-2010. Fui hasta el año 2015 miembro de la Asociación Nacional de Enfermeras de Colombia ANEC.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

LA CONFIANZA y LAS PROFESIONES, ALGUNAS REFLEXIONES

Nadie discute la importancia de la confianza como un valor decisivo  para el  ejercicio profesional. Por tanto, resulta necesario invertir esfuerzos, dedicación y recursos para mejorar la calidad de los conocimientos, competencias,  fortalecimiento de la autonomía, y mejoramiento de los espacios de interacción de los profesionales, porque siempre resultará un activo cuyo poder repercutirá tanto en la sociedad como en el mismo desarrollo de la profesión y sus miembros.
Desde la etimología, la confianza la  encontramos en el verbo latín confido, is, fiar, tener seguridad de la fe de alguien. En este caso, una fé relacionada con el compromiso de un profesional frente al cumplimiento de su fin y propósito de la profesión.
Constituye así un hecho básico, fundamental del ejercicio profesional, puesto que quien recibe los servicios de un profesional, coloca sus expectativas, con todo el sentido de la fé en él y en lo que representa  la profesión para la sociedad.  En este nivel, la confianza se constituye en un rasgo natural de un profesional, y así da lugar al establecimiento de reglas de conducta apropiadas -normas deontológicas- como elementos que indican hasta donde pueden llegar las expectativas, o que esperar de un profesional.  
¿Pero porqué  se debe confiar en un profesional? el punto de partida de su respuesta no es otro que la la historia y tradición  de cada profesión; lo cual conlleva la construcción de un imaginario, un legado, un aporte, y todo aquello que forma parte del  objeto de la profesión, de lo que es evidente, y lo hace diferente de otra profesión. Un profesional confiable será entonces aquel que desarrolla toda la calidad científica, técnica, moral con autonomía y capacidad de respuesta a los problemas, situaciones y estados que la sociedad le ha confiado históricamente a la profesión de la que hace parte.
Por esto, un profesional  debe ser fiel al objeto de su profesión que históricamente la sociedad le ha confiado, si cambia el objeto, transgrede a la profesión y la convierte en otra. También no solo debe parecer un profesional competente, sino ser calificado y reconocido como tal.
Esto significa que quien recibe los servicios de un profesional, espera que éste sepa y cuente  con el conocimiento específico en su campo de acción, y además represente un patrón de humanidad. La confianza así constituye  un valor, que cuando se da es preciado, y cuando no existe se le añora, y la sociedad lo repudia, y no lo olvida.
Para contestar la pregunta, también vale la pena considerar que la confianza es (…) una actitud ante el futuro. En sentido metafórico podría decirse que la confianza puede aplicarse a cualquier cosa, pero en sentido estricto sólo se puede confiar en personas, porque sólo ellas pueden haberse comprometido a actuar de una particular manera.  Así se confía en la seguridad que me da un profesional que conoce sus deberes y derechos, sus obligaciones y responsabilidades consigo mismo, con sus colegas, con los otros, las instituciones y la sociedad; que conoce su orden profesional: las normas, valores, principios, competencias.
Como parte  de la autonomía de una profesión, la confianza tiene indicadores  y por tanto permite medirla, valorarla y apreciarla, valorando de esa forma también la autonomía. Un profesional sin autonomía hace que no se tenga confianza en él.  Por ello, la confianza es una característica cultural aglutinante de los miembros de una profesión, y por tanto condiciona el bienestar de una profesión y sus miembros, ya que, de alguna manera el nivel de reconocimiento social, está relacionado con el nivel de reconocimiento de la autonomía inherente a los miembros de la profesión.
He aquí  la importancia de fortalecer y /o recuperar la  confianza y la legitimidad , que como todo valor si no se cultiva, se disminuye o pierde. Para esto, todos y cada uno de los profesionales deben asumir un papel protagónico y el compromiso para  crear una sociedad más justa. Y dicha fortaleza se logra , primero que todo, con  la práctica del diálogo.
Para una profesión perder o disminuir  la confianza en una sociedad , significa perder el crédito moral y financiero , con consecuencias y  repercusiones directas negativas en el desarrollo profesional y de sus miembros. Así, la confianza hay que ganársela y desarrollarla con  la existencia de un diálogo de la profesión primero entre sus miembros y luego con otros actores,  caracterizado por la transparencia, la búsqueda de mutuo beneficio y la existencia de un proceso estructurado de reciprocidad, donde se persiga fortalecer mutuamente las relaciones. Es este diálogo bien entendido el que dispone de una extraordinaria capacidad generadora de confianza y donde el peso del proceso tiene tanta importancia, o más, que el propio resultado.
Practicar la dialogicidad es un asunto práctico que permite establecer compromiso mutuo y reciprocidad. Por último, es necesario señalar  que la confianza se puede gestionar… he aquí el papel de las organizaciones profesionales.


Si la confianza es un activo valioso , resulta razonable incorporarlo en los planes de acción de estas organizaciones, las que deberían comenzar – y desde la academia- determinando cual es  el índice de confianza de la profesión por la sociedad, y si  no es representativo, debería constituirse en el programa bandera que lidere la visibilidad, reconocimiento social y económico de la profesión. Sin esta punta de lanza cualquier esfuerzo por reivindicar una profesión puede fracasar. Seamos entonces creativos.