Parece
cuento: al barco lo defienden los
tiburones .
BENEDETTI
Con esta reflexión titulada "La historia
eterna de las olvidadas" se hace relación a la falta de reconocimiento social del
valor de los cuidados de enfermería, particularmente en el mundo de las
publicaciones nacionales, e internacionales sobre cuidado.
Aún es desconocido el aporte social de los cuidados de enfermería, pese al avance de esta disciplina como ciencia, su desarrollo
teórico,y la formación avanzada de los profesionales. Señalo esto porque, en la pesquisa que vengo realizando desde largo tiempo , he encontrado que en los estudios, libros , y publicaciones sobre aporte social de los cuidados y la problemática del mismo no se contempla a enfermería como referente y no se consulta como autoridades en la materia a personalidades de esta
profesión , y aún más, ni siquiera se menciona a la enfermería como institución de cuidado
Como evidencia de lo
anotado, cito algunas revisiones recientes así: El
trabajo de cuidados de Cristina Carrasco y otros , de editorial La Catarata
, Madrid 2011; Filosofía del Cuidar:
Irene Comins , Icaria-Barcelona 2012; Desarrollo
Infantil y Prácticas de cuidado . Universidad del Norte 2015 ; Malabaristas de la vida: María Inés
Amoroso, Icaria –Barcelona 2010; y los acabados de salir como: Género y
cuidado de Luz Gabriela Arango y otros, Universidad Nacional de Colombia 2018;
y la publicación de la separata del periódico el País de España-on line-
titulada el valor de los cuidados.
Todas señalan, unas más otras menos, que consultaron: “Voces autorizadas del ámbito académico y de los movimientos feministas quienes denuncian que hoy nos encontramos ante una crisis de los cuidados”, pero las eternas olvidadas en esas consultas y no mencionadas en ninguna parte, pero en ninguna, somos enfermería y sus cuidados. Y como sabemos "LO QUE NO SE NOMBRA NO EXISTE".
Con sentimiento y preocupación veo esta realidad que nos muestra como se ha confinado al silencio y el olvido a una profesión de más de un siglo, sufriendo lo que Denise Gastaldo llama la “anorexia del poder”. Pareciera que la historia nos hubiera borrado de sus índices, de su mirada, de sus referentes; un olvido del que siempre hemos intentado huir. Pero?
En esta situación, y en muchas otras, el mundo nos parece opaco. No entendemos por qué suceden las cosas , ni por qué la gente hace las cosas que hace , y cree las cosas que cree.
Por otra parte, también me llama la atención que al conversar con colegas parece que esto se vuelve tan natural que no sorprende ni toma de improviso.
Sin embargo , y en todo caso, creo que en el fondo esa opacidad nos afecta, nos inquieta, duele, y nos impone a entender cosas como estas que a veces resultan incomprensibles. ¿Que nos pasa entonces?, o ¿Qué pasa en la sociedad, en el mundo académico, con la ciencia, la interdisciplinariedad ? ¿Cual es el imaginario social que se tiene de enfermería ? ¿No se llega con nuestro quehacer a los sujetos de cuidado ? ¿Nuestro conocimiento no es digno de ser equiparado a esas voces autorizadas que los otros consultan? Todas estas inquietudes merecen un análisis profundo, que escapa a estas líneas.
Puede ser que muchas de las respuestas ante estas circunstancias nos digan que las dudas y sus causas provienen de nosotros mismos , pero también puede suceder que los otros tengan la mirada nublada; pero en todo caso tenemos dos caminos: uno seguir sin entender, trabajando como podamos, o tratar de entender algo de nosotros, los demás y del mundo , y sacar consecuencias. Sabemos de cuidado, y esa sapiencia nos debe permitir avanzar en conjunto para que la sociedad perciba que los cuidados de las enfermeras tienen impacto en su salud y por ende en lo social. Pero esto necesita de suficiente demostración y evidencia.
Nuestro trabajo es visibilizar la profesión y seguirnos preguntando y respondiendo por qué siendo una disciplina humano social no ocupamos el lugar que nos corresponde, ni siquiera en los escritos. Será una cuestión de hegemonía?
Como señalaba, es hora de debatir, de un análisis urgente y profundo, de trabajar muy bien, pero bien, para que haya resonancia
de lo que sabemos y hacemos. De otra forma proliferará la mediocridad y con ello
el reconocimiento social tan anhelado nos llevará muchos más siglos.