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Enfemera de la Universidad del Rosario de Bogotá-Colombia-Abogada de la Universidad Nacional de Colombia. Con formación postgradual en Gerencia de la Salud Pública,Instituciones Jurídico Laborales , Políticas Sociales con Enfasis en Salud y Docencia. He sido profesora de Etica y Bioética, FORMACION POLITICA en universidades como: Fundación Universitaria del Area Andina en Bogotá-Colombia; y me desempeñè como Enfermera HUS de Bogotá ; Conferencista en las áreas de Responsabilidad profesional, políticas de Salud y enfermería, Etica y Bioética, Derechos fundamentales, en especial derechos de los niños y niñas. Expresidenta del Consejo Técnico Nacional de Enfermería CTNE -período 2008-2010. Fui hasta el año 2015 miembro de la Asociación Nacional de Enfermeras de Colombia ANEC.

sábado, 1 de octubre de 2016

CUIDANDO LAS PALABRAS QUE CUIDAN

Necesitamos sentir la caricia  y el susurro de  palabras amables
 
CALLE DE PORTUGAL
Las palabras hacen, las palabras dicen, las palabras cuidan. ¿Pero como cuidar las palabras que cuidan? Si las palabras son atinadas y oportunas hacen que el decir vaya más allá que el  hablar, y el cuidar se convierte en mucho más que escuchar y callar, transformándose  en soñar, imaginar, visibilizar, es decir en  toda una ciencia y un arte.

Dada esta trascendencia, a veces, constituye un dilema saber si las palabras que elegimos son las indicadas y adecuadas para el tipo de persona y situación que cuidamos, o si el silencio es una mejor opción para cuidar. Lo que si no debe ser dilema y es más, algunas veces constituye una transgresión o agravio, por la indiferencia que puede llegar a denotar, es huirle al diálogo, cuando éste es considerado por el otro necesario. 

Precisamente hace poco, uno de los periodistas de un periódico de amplia circulación nacional, comentaba -dentro del contexto y  crítica al modelo de salud- (http://www.elespectador.com/opinion/el-corredor-de-muerte-ALFREDO MOLANO),  como en un servicio de urgencias al preguntarle a las enfermeras(os) sobre algo, estas optaban o por callarse o por contestar con frases  estereotipos   como: “regáleme un momento”, “ya le colaboro”, “ya voy”, indiferentes  sin levantar sus ojos de la computadora que las tenía atrapadas, dejando ver que las palabras que pronunciaban carecían de fuerza vivificante, útil, confiable, como se hubiese esperado en esa situación.

Algo está pasando entre las profesiones y el vínculo social  que se está rompiendo el diálogo. Por ello la opinión pública parece cuestionar la idea de la comunicación profesional, sintiéndola tensionante y con cierto  tufillo de engaño. El ejercicio de la palabra , particularmente en el campo de la salud, parece  reducirse a lo indispensable: la mención del nombre e información mínima  de lo que va a hacerse,  actuando con ejercicio defensivo- el mirar al otro como un posible enemigo- lo que deja al diálogo cada vez más desolado y con una grave incidencia: el deterioro de la confianza y por ende pérdida de la visibilidad del profesional .
 A fin de cuentas, tenemos que reflexionar sobre cómo o de qué manera hacemos o no diálogo, y si nuestras palabras tienen impacto cuidador. 
CUIDAR LAS PALABRAS QUE CUIDAN significa entonces , cuidar la palabra que se espera, la no rebuscada, la esperanzadora que no victimiza, la confiable, la solidaria, la competente, la oportuna, la integradora,  la sanadora, la proyectiva, la sincera, todo lo cual tiene mucho que ver con la excelencia y dignidad profesional más  que con patrones sociales y ,   en todo caso, si tiene que ver con modelos de formación profesional: a una mejor educación, mejor dialogo.

Es importante considerar que es desde la profesionalidad que la palabra surge, y por tanto es en y con la formación que se  fortalece; además la  palabra por si mismo debe ser capaz de cuidar,  por tanto, formar cuidadores implica hacer que la palabra trascienda y se convierta en cuidado. Muy interesante resultaría en la formación: ejercicios de narrativa, de diálogo, de conciliación, de observación de cómo y de que se habla, de vigilancia de la palabra. Quien amplía el diálogo, hace crecer su mundo profesional. Y pensando en esto, considero que somos lo que son nuestras palabras, entonces ¿Que tanto crece nuestro mundo profesional?; pero ojo , también somos nuestros silencios ¿Porqué callamos?. 
Por otra parte, el acto de hablar no está solo, sino que está acompañado de las demás expresiones del lenguaje: gestos, miradas, entonación, etc, y tiene un telón de fondo: el silencio y la escucha, lo cual le otorga a "la palabra que cuida" la suficiente densidad , calidad y peso que la calidez de la misma necesita.

Entonces, esto es un llamado a los profesionales a no callarse por callarse, a entablar el diálogo ya que  la profesión tiene mucho que decir, pero no podrá hacerlo a menos que se lo preguntemos, lo ofrezcamos, lo cual  fundamenta la dialogicidad de su ejercicio profesional, el apoyo, la abogacía, la competencia,  ya que quien escogió el enseñar y el cuidar implica que le debe gustar dialogar.


CUIDAR LAS PALABRAS QUE CUIDAN es indispensable para enriquecer nuestro capital sociall, lingüístico, teórico, de la disciplina y profesión, superando lo denotativo (el lenguaje rebuscado de las profesiones que limita el diálogo)  y priorizando lo connotativo, es decir situar y llenar de sentido a las palabras y eso solo se hace en la convivencia del ejercicio profesional.  

Concluyendo puedo señalar que: La palabra nunca es inocente, tiene su intención, y por tanto , tengo fe en las palabras, y que estas cuiden tanto como lo hace una buena acción , ya que  si se unen, así y  solo así,  el cuidado se constituirá en una experiencia única y memorable para cuidador y sujeto de cuidado.