Una reflexión que
invita a comprender el trasfondo que envuelve su magia, entendiendo por ello,
y aquí: el poder que, aparentemente, otorga
este traje singular a quien lo porta.
Los uniformes son tan
antiguos como la humanidad: el guerrero, el sacerdote, la enfermera, los
médicos, unas profesiones más que otras se han distinguido por su indumentaria.
¿Sabe Usted el origen del uniforme en su profesión? A mí, generalmente, me lo recuerdan, y muy bien por ello, en las celebraciones
del día de la enfermera, constituyendo esto un goce para la imaginación y la
memoria.
Pero algo va de la
investidura al uniforme; en el último siglo el traje reglamentario cubre
literalmente la mayoría de los campos de la sociedad. Hoy la gerencia moderna y
los mercados lo justifican como parte de lo que llaman la imagen corporativa. Muchos
argumentan que el uniforme es bueno porque estimula la sensación de
pertenencia, ahorra el gasto de ropa y evita los desfiles de moda innecesarios,
o des-estimula los sentidos y deseos.
¿Es la (o el)
profesional la que lleva el uniforme o es el uniforme el que lleva al
profesional? Como quien dice ¿el hábito hace al monje? ya que también se
corre el riesgo de que el uniforme se vuelva estigma, debilite la
individualidad, facilite la manipulación política, pues una cosa es una
comunidad de .., y otra cosa, y con el mayor respeto, parecer un rebaño uniformado, donde el efecto de péndulo puede ser devastador
para una profesión.
Por otro lado, el uniforme puede ser un símbolo
de estatus que estimula las ganas de trepar la escalera-por cierto sin
escalafón-de algunas profesiones; quizá llevar un uniforme estimule la
esperanza de recibir un trato más digno, acorde con, y sin duda alguna, habrá
muchas personas que le agradecen lo que “tienen”, o quizá lo que “son?” a este traje.
Todo esto está
bien, recuerdo que su debate en las profesiones no es nuevo, se reabre
cíclicamente y en torno a él se manifiestan diversas posturas. Lo
irreconciliable de las posiciones a favor y en contra, demuestra que el
uniforme de las o los profesionales es mucho más que una manera de vestir, por
su significado sicológico y social, produciendo ciertos sentimientos y comportamientos en aquel que lo viste y en
aquellos que lo ven desde fuera. Puede producir
rechazo, admiración, disciplina, concentración, seguridad, falta de
iniciativa... Depende de la percepción del sujeto. De todos modos, está claro
que los uniformes nunca pasan desapercibidos en nuestra sociedad.
Es verdad, el uniforme es ropa. Pero es una ropa con personalidad
propia. Que solo la llena el profesional que la porta, y la llena con los
componentes que debe tener todo profesional: conocimiento, concepción y acción.
De otra forma, el efecto del péndulo, de
que se habló anteriormente, sucede, o sucede.
¿Por qué vestimos uniformes? En mi modesta apreciación, el uniforme
moderno o anticuado, sigue haciendo valer sus poderes, o por lo menos pretende lograrlo.
Siempre me pregunté si ¿era posible desprenderme
y no dejarme contagiar de la personalidad que desprende el uniforme? , y la forma de hacer conciencia sobre esto , y sin
entrar en valoraciones sobre la
estética, la decencia o que se yo, fue pensar sobre la representación de este
traje y su consideración como “ropa de trabajo”. A propósito, pienso que uno no puede ir con la misma ropa a la
discoteca, al supermercado, o al trabajo, y aquí valido su propósito: elemento de
protección, bio-seguridad y ocupacional para las profesiones de la salud.
Por ello defiendo los vestidores, los sitios donde guardar las
pertenencias y ropa de calle, medidas que se vulneran en las instituciones, en
especial y voy a anotar algo que me parecía cruel, y pese a los convenios
docentes-asistenciales, los estudiantes sin sitio donde dejar sus pesadas
“maletas de saber” y menos cambiarse su ropa de calle.
Para terminar: Bueno, de alguna forma parece que hoy con la moda vamos todos uniformados lo que si se debe tener en cuenta es que la indumentaria
externa vaya y venga, pero no hay que dejar uniformarse la cabeza. Considerando que la pregunta ¿somos lo que vestimos? no puede quedarse
en el aire, y debemos responder a ella con nuestra competencia, acción y actitud como profesionales.
Alba, como lo señalas: la elección de la vestimenta vaya y venga, pero dejarnos uniformar el cerebro y la conciencia, eso si es grave. Tienes tantas ideas sobre el tema que no se pueden desperdiciar, casi que permiten toda una disertación y conversación que da para mucho, eso te lo aseguro que en los gremios no va a quedar en el aire. Y ojo, a los señores también les cala esto..
ResponderEliminarUn abrazo: de una ovejita del rebaño que la uniforman - también como docente- pero no le dan dotación de uniformes
Atte:
La ovejita
Tema aprobado, muy bien por escribir sobre aquello que otros profesionales pasan por alto. Eso es formación etica y política
ResponderEliminarSaludos
Diana C
El hábito no hace al monje. No somos mejores o peores profesionales porque portamos un uniforme de un color u otro color. Realmente valemos por lo que llevamos en el corazón , en el alma nuestra profesión, y la afirmamos en cada acto, en cada estudiante formado, nuestras conquistas han sido dificiles para lograr lo que tenemos como profesionales de enfermería en el mundo de la salud, y esto no se ha logrado por un uniforme sino con el conocimiento y formación del día a día.
ResponderEliminarnadie desconoce las conquistas de una profesión, pero que el uniforme tiene magia o poder como lo llama la autora también es cierto. Por eso es necesario que se llene de personalidad, en mi entender como concluye Alba . Considero que esta reflexión si debe darse en esta época en que la vestimenta parecera que pasó de moda, y no es muy cierto , por otra parte estos temas llevan a pensar en cosas como la imagen pública o privada de la profesión y nuestra responsabilidad en este campo.
ResponderEliminarDiana